Por Nicolás Marchiori*.
No hay dudas de que transitamos un nuevo tiempo que nos obliga a detenernos, al menos por un momento, y razonar sobre los múltiples tsunamis que nos asaltan en forma de fake news. Entre todas las amenazas que pesan sobre las sociedades actuales, la desinformación se sitúa en un lugar preponderante. La artificialización de la realidad, la distorsiona y empuja a la ciudadanía a crear una falta percepción de las cosas que afecta de lleno a la democracia.
En los últimos tiempos, las redes sociales se han vuelto el “teatro de operaciones” del disenso y el “proveedor de los mecanismos” para el disenso violento y agresivo en el escenario público. Las situaciones de disenso, incluso aquella en las que los jugadores usan la violencia física directa, son mediatizadas y sus resultados exhibidos y expandidos en el metaverso, entendido como aquel mundo virtual distópico hecho a la medida de trolls, bots y fake news. En la actualidad, las redes sociales, funcionan como mecanismos de canalización y de realización de la violencia simbólica o de la agresividad social. Esto tiene una explicación: las personas que pasan tiempo en las redes sociales no lo hacen como un ejercicio intelectual, ni su atención es captada meramente por la emisión de silogismos. Al mismo tiempo, quienes hablan incitan pasiones, amores y odios, agitan miedos y sospechas, al tiempo que pretenden exhibir como realidad objetivo lo que, cuanto menos, es su propia interpretación.
Un factor más, que no es menor: ya sea por la intensidad de los estímulos o por su frecuencia (acá tienen un rol clave los algoritmos), se promueve un agotamiento tal del sistema percepción-conciencia que se vale del rebajamiento de la capacidad de juicio y discernimiento de sus destinatarios.
El Doctor en Comunicación e investigador del CONICET, Luciano Elizalde, sostiene en su libro “La gestión del disenso” que la cultura de masas necesita de motivos y activadores de interés, de mecanismos estresantes y las expresiones de violencia potencial o real son siempre gratificantes desde el punto de vista de las audiencias. Tal es así que los propios jugadores del sistema político y de los sistemas subordinados (económico, social y cultural) utilizan la presión y la acción simbólica para afectar a sus rivales y adversarios.
En este contexto, la construcción de algoritmos tendientes a la materialización del sesgo cognitivo gana al encender la atención de los usuarios por medio de la exposición dramática del disenso violento; y algunos jugadores del sistema político y económico adquieren el acceso al escenario público para lograr presión psicológica sobre adversario, enemigos y la opinión pública en general.
Como parte de un fenómeno extendido a lo largo del planeta, en nuestros entornos más cercanos podemos observar a determinados actores políticos obsesionados por tener más seguidores y captar más likes. Este nuevo rasgo convirtió a la política en una competición por conquistar voluntades a través de las redes sociales. En ese sentido, la construcción de las fake news se ha convertido en un recurso de comunicación política que violenta el espacio de construcción colectiva en los entornos digitales, e incluso va más allá: amenazan la estabilidad política y social. La historia reciente nos permite confirmarlo. La fakecracia puede ser definida como una democracia en la que la construcción de noticias falsas y la automatización maliciosa en las redes sociales se han convertido en los principales recursos de comunicación política para sellar la era de la posverdad, en donde la realidad pasa a ser ficcional.
Entendemos por posverdad a aquellas narrativas de interpelación emocional, en las que la razón o la verdad científica son superadas por la creación de contenidos que apelan a las emociones y donde lo relevante no es que algo sea verdadero o no, sino que parezca verdadero.
Las fake news se construyen sobre una estrategia de falsificación de hechos, es decir, elaboran realidades ajenas a lo objetivo por medio de narraciones de aspecto creíbles. Su finalidad no es otra cosa que causar un efecto pragmático, sea económico, político o social, a través de la manipulación y el engaño.
El consumo de noticias falsas en las redes sociales crea una burbuja de contenido a través de algoritmos en los que a menudo su relevancia no coincide con la realidad.
En este contexto, los especialistas coinciden en que los filtros de las burbujas se han convertido en un fenómeno importante para entender la creciente popularidad de las noticias falsas en internet. En las burbujas las voces son silenciadas por la lógica de los algoritmos. En este caso, es el sesgo de confirmación, no la fiabilidad de los hechos, el que se reproduce.
La desinformación no es nueva en la política. Se difunde información falsa o engañosa con el propósito de manipular las percepciones del público, para generar emociones y para movilizar.
Se trata de socavar la confianza en la información, las instituciones y, en última instancia, en la propia capacidad para discernir la verdad. Cuantas más dudas existan, menos estabilidad habrá para cualquier gobierno.
Cuando las personas no pueden confiar en la información que reciben, son más susceptibles a la manipulación y menos capaces de tomar decisiones informadas. La duda paralizante puede llevar a la apatía y la inacción de una mayoría, ya que los ciudadanos pueden sentirse incapaces de discernir la verdad y, por lo tanto, ser reacios a tomar medidas. Del mismo modo, puede movilizar a quienes están ya muy politizados, que ven reafirmado su sesgo cognitivo una y otra vez, lo que los polariza aún más y los convierte en un voto más fiel.
Con lo dicho hasta aquí, muchos se preguntarán: ¿y todo esto qué tiene que ver con las elecciones?. Muchísimo. El voto siempre ha tenido un componente emocional, y cada vez pesa más.
Hablamos de un entorno ideal para aquellos que buscan controlar la narrativa política a través del miedo y la ira, sin necesidad de convencer a la mayoría. Es entonces cuando es más sencillo que se vote a lo que se vende como algo nuevo. Como todo va mal y se necesitan medidas drásticas, y no se puede confiar en nadie, entonces se confía en lo diferente. Si además tiene una solución fácil, como señalar siempre al culpable (el otro), mejor aún. Así operan estas dinámicas que apelan a las emociones: si se duda de todo y de todos, tal vez se dude en votar a “los de siempre”, y esa es una oportunidad para quienes quieren cambiar, aunque lo que ofrezcan sea falso o resulte más dañino que lo que ya existe.
Para la socióloga y analista política española Cristina Monge Lasierra, “siempre ha habido un componente emocional, pero ahora, en el paradigma de la democracia de audiencia, el ámbito de la comunicación, y sobre todo de la comunicación emocional, ha cobrado más importancia. Casi al punto de hacer desaparecer el contenido”.
Los expertos coinciden en que el crecimiento de la polarización afectiva es un factor determinante en esa escalada emocional de las campañas electorales.
Este “empujar” cada vez más los límites ocurre en Misiones concretamente con cada acción impulsada por cierto sector de la oposición que desde un tiempo a esta parte despliega una campaña sistemática de intoxicación mediática a través de las redes sociales con mentiras, medias verdades, acumulación de miedo, odio y revancha.
A saber, el odio político se deposita como un veneno que intoxica la discusión pública y, más grave aún, socava estructuralmente las bases de la vida democrática. Reduce al adversario a un simple blanco que debe ser aniquilado. Que debe ser destruído: simbólicamente, pero también físicamente.
Propuestas: la gran deuda pendiente libertaria
Milei construyó su narrativa de gobierno sobre una estructura que podríamos analizarla desde el populismo: el antipueblo llamado “casta” genera un daño económico al pueblo argentino, los “ciudadanos de bien”, materializado en inflación, y él, “el líder”, entiende el dolor, sólo él sabe cómo solucionarlo y se erige como redentor y salvador del pueblo.
A esto se le suma una campaña en 2023 muy inteligente, de “cercanía” y contacto directo con la población, a través de X.
Milei ofreció propuestas con soluciones sencillas frente a los principales problemas del país: “dolarizar” y “motosierra”. Para cada problema profundo y complejo de la Argentina respondía con una palabra, pero sencillo no es lo mismo que sencillez: esa palabra era toda una propuesta en sí misma, sencilla en expresión pero compleja en resolución. Al votante le llegaba, la entendía, y visualizaba soluciones a sus problemas.
De esta manera no sólo logró llegar al gobierno, sino también consiguió construir una alta tolerancia social al plan económico de ajuste de shock que realizó. Este plan se presentaba como la solución, el remedio del líder para contrarrestar el mal que generaba “la casta” a la “gente de bien”.
El gobierno de Milei está atravesando actualmente una crisis que le cuesta mucho superar. Hay varios factores que la alimentaron, de origen político coyuntural y económicos de estructura. Pero de fondo el problema para Milei radica en que esta crisis afectó su narrativa de gobierno. Luego de la difusión de los audios del ex titular de la ANDIS, Diego Spagnuolo, donde se hablaba del pago de coimas, se asoció dicha práctica a las “clásicas de la política tradicional”, es decir, de “la casta”. Entonces la coalición que formó el líder a partir de la definición del enemigo realizaba las mismas prácticas que este. A la crisis política desatada por Spagnuolo se le suman las acusaciones que pesan sobre José Luis Espert de sus vinculaciones con narcos y el apoyo que le dieron para la campaña en 2019. Cuando el caso de las presuntas coimas en la ANDIS iba perdiendo intensidad en la agenda pública, apareció el cisne negro de Espert. El cimbronazo fue tan grande que el economista se vio obligado a renunciar a su candidatura y a la presidencia de la comisión de presupuesto en la Cámara de Diputados de la Nación, además de pedir licencia hasta fin de año (seguirá cobrando su sueldo de diputado).
A los escándalos políticos debemos sumarle otro factor, la situación económica hace algunos meses parece estar empeorando.
Un reciente estudio de ánimo social de la consultora Indaga da cuenta del deterioro de todas las variables entre octubre 2024 y el mismo mes de 2025. Cuatro de cada cinco habitantes del AMBA se encuentran sumidos en el pesimismo y responsabilizan de la situación a Javier Milei.
En virtud de estos datos, si las decisiones electorales tienen un creciente componente emocional, el gobierno libertario no debería esperar buenos resultados el próximo domingo 26 de octubre.
“La desazón generalizada por primera vez llega también al núcleo duro libertario. Es gente que lo votó y no piensa volver a votarlo. Las conductas más habituales en estos casos son la no participación y la adopción del discurso antipolítico. Es peligroso”, señala el sociólogo Claudio Righes, uno de los responsables del estudio realizado. Y agrega: “hace meses que vemos un deterioro del ánimo social. Lo novedoso, en este caso, es que los sentimientos negativos, según la pregunta, llegan al 80 por ciento. Esto implica que perforaron el 30 por ciento que Milei tenía como propio”.
El dato revela que el histórico truco de los gobiernos liberales en Argentina, la promesa de un futuro venturoso a cambio de un sufrimiento que nunca se termina (ahora bajo el slogan “que el esfuerzo valga la pena”), está agotado.
El 89% de los entrevistados considera que al actual gobierno nacional como único responsable de la situación. Por otra parte, el 87% afirma que debió endeudarse para pagar sus gastos corrientes básicos, como alimentos y servicios.
Los contrastes de las campañas en Misiones
Falta una semana para que Misiones renueve sus tres bancas en la Cámara de Diputados de la Nación. La del próximo domingo 26 de octubre no es una elección más: es la que define con qué voz hablará la provincia en un tiempo muy duro, de tensiones fiscales, recortes y decisiones tomadas lejos de la provincia.
El contraste es muy claro. Con una narrativa extremista, polarizante y rozando lo antidemocrático, actores de la oposición misionera han intentado instalar la agenda del fracaso, la frustración y el resentimiento en una sociedad que no está acostumbrada a atravesar eventos que perturben la paz social. En una actitud cobarde y dañina para la democracia, se ha impulsado una manipulación del metaverso en el ámbito digital con la difusión indiscriminada de fake news, campañas de odio y operaciones coordinadas desde troll centers dentro y fuera de la provincia, incluso del país. Escudados en la campaña política, ciertos sectores al mostrado sin filtro sus intenciones desestabilizantes y golpistas totalmente alejadas de las reglas que impone la democracia. No vale todo en la campaña, menos cuando se pone en juego el orden público y se busca alterar la paz social.
Colgados de una imagen cotiza cada vez más a la baja, el candidato de Milei en Misiones promete traer a la provincia el modelo de la Nación. Esto es: más desregulación, salarios bajos, retenciones a la actividad agrícola y despido masivo de empleados públicos.
Al día de hoy no se ha escuchado que harán, por ejemplo, para frenar la crisis terminal a la que han llevado a los productores yerbateros con la desregulación del INYM, la única herramienta que tenían los productores yerbateros para equilibrar su débil posición en un mercado imperfecto dominado por el desmesurado poder que ostentan los zares de la yerba mate, es decir, los cuatro o cinco grandes jugadores que fijan las reglas de juego. El candidato de Milei tampoco dijo que hará para frenar las asimetrías económicas que padece el sector comercial en una provincia que posee un 90% de límites internacionales (con Paraguay y Brasil).
Hasta el momento, sólo se le escucho repetir que quiere llegar al Congreso para acompañar todas las iniciativas del presidente Milei. Es decir, seguir ajustando sobre los jubilados, la salud y la educación.
Hay temas que Misiones necesita llevar a la agenda nacional con otra jerarquía. Oscar Herrera Ahuad ostenta la experiencia de haber gobernado la provincia durante una de las etapas más difíciles para la historia de la humanidad: la pandemia del Covid-19. Y se nota. El ex gobernador no titubea a la hora de hablar de propuestas: volver a herramientas que cuidaban el ingreso de las familias, como una ley de devolución del IVA para la canasta básica, es una ejemplo concreto. No se trata de subsidios eternos ni de discursos vacíos. Se trata de aliviar la mesa de todos, mientras se ordenan las variables económicas.
Otro tema que figura en la agenda de Herrera Ahuad es el costo del combustible, que produce un efecto cascada en el flete y afecta la competitividad. “Si reducimos el 20% el costo del transporte, mejora la industria forestal, la yerba, el té, la ganadería y toda la cadena de valor”, expresó al respecto.
Las obras de infraestructura son otro tema de vital importancia para el desarrollo productivo: la Nación no puede desentenderse de las rutas nacionales, los pasos fronterizos y los aeropuertos. Herrera Ahuad ya trabaja en un proyecto de ley para modernizar y garantizar el funcionamiento de los principales pasos fronterizos del país, las 24 horas, con prioridad en la frontera misionera. No es sólo seguridad: es turismo, comercio y logística.
La agenda con mirada federal que propone llevar al Congreso se completa con la agricultura familiar. El desarme de programas de asistencia técnica dejó a los pequeños productores a la deriva. Frente a este escenario, Herrera Ahuad propone restablecer la Ley de Agricultura Familiar, fortalecer la extensión del INTA y devolver herramientas a los productores para que la feria, la chacra y la cooperativa sigan siendo motivo de arraigo rural.
El compromiso se extiende a los derechos sociales básicos. Herrera Ahuad lo repite en cada encuentro: la universidad pública no se negocia y la salud es un activo misionero que hay que sostener. Lo dice quien pudo estudiar gracias a la universidad pública y que, como gobernador, fortaleció el sistema sanitario con equipamiento y ambulancias aún en tiempos difíciles. En materia de educación, anticipó que peleará por las leyes de financiamiento que se abandonaron y hoy golpean especialmente a las provincias.
De cara al 26 de Octubre, la ciudadanía debe hacerse una simple pregunta: ¿quién se va a plantar en Buenos Aires para reclamar lo que corresponde, con respeto pero sin titubear, y con la capacidad técnica y experiencia para convertir esos reclamos en leyes que redunden en más recursos para los misioneros?
(*) Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).