La esperanza en la era de los extremos

(*) Por Nicolás Marchiori



Tras el contundente resultado electoral de la Renovación Neo el pasado 7 de mayo, Misiones emerge con el bastión que neutralizó los efectos devastadores de la grieta diseminada desde el país central. El modelo político misionero transformó a la provincia en un verdadero santuario natural que, con la fortaleza intelectual y espiritual de su gente, demuestra que otra sociedad es posible, lejos del odio.

En la obra Irracionalidad, una historia del lado oscuro de la razón, el doctor en filosofía norteamericano Justin Smith sostiene que la irracionalidad no es en general una simple ignorancia: “Si carecemos de la información relevante, es injusto que se nos culpe de no haber hecho la inferencia correcta. La irracionalidad tiene que ser, entonces, algún tipo de falla en la tarea de procesar de la mejor manera posible la información que ya se tiene”.

Sin embargo, a menudo es difícil decir si una determinada falla se debe a un inocente desconocimiento, o más bien a la culpable omisión de lo que sí se sabe.

Entre el extremo de actuar en total ignorancia y el de saber cuál es la mejor opción pero elegir la opuesta, hay un inmenso terreno intermedio en el cual una persona puede muy bien encontrarse en el estado paradójico de saber sin saber, de saber algo “muy en el fondo”, pero negarse a reconocerlo.

Smith sostiene que hay una larga tradición filosófica, especialmente asociada a Sócrates, según la cual toda omisión intelectual es una omisión moral, así como viceversa: actuar inmoralmente es actuar desde un juicio intelectualmente insano y, a la inversa, equivocarse es haber omitido, de una manera moralmente censurable, la búsqueda del conocimiento que habría permitido evitar el error. El filósofo inglés Myles Burnyeat lo resume de la siguiente manera: “Para Sócrates, el mayor obstáculo al progreso moral e intelectual es siempre la falta de disposición a confrontar la ignorancia propia”. Cometemos una omisión moral o intelectual cuando no nos mostramos dispuestos a hacer las inferencias correctas a partir de lo que sabemos.

Más aún, desde cierta comprensión acerca de cómo se forjan y mantienen los compromisos políticos, todos tenemos los conocimientos requeridos para hacer las inferencias correctas, al menos en lo concerniente a los temas cruciales que están abiertos al debate público de nuestra era.

La novelista canadiense Margaret Atwood ha expresado que “en tiempos de extremos, los extremistas ganan y los moderados del medio son aniquilados”. La polarización y la radicalización exacerbadas en los últimos años por vía, sobre todo, de las redes sociales han creado un paisaje en el que los enunciados afables y comunes experimentan dificultades para hacer pie en el discurso público, incluso si son perfectamente verdaderos. Tal vez sea más importante que nunca, hacerlos y repetirlos una y otra vez, no en tweets, donde sabemos de antemano que, en el mejor de los casos, no gustarán, y en el peor, recibirán un castigo brutal, sino en cada una de nuestras acciones diarias, lejos de la competencia por ver quién grita más fuerte en el debate público, y más como un acto de fe. La experiencia reciente demuestra que existe una esperanza en la era de los extremos. Para ello, será vital multiplicar las buenas vibras y las nuevas ideas alejadas de los odios, las mezquindades y el desánimo.

Desconocer la realidad

A dos semanas de un resultado electoral que fue muy hablado y destacado en los medios nacionales, todavía resuena con fuerza el cimbronazo que generó en las filas de Juntos por el Cambio en Misiones. Un espacio político que desde su candidato a gobernador, y de allí para abajo, intentó crear una falsa narrativa que buscaba instalar el mismo escenario de caos que se vive en el país central apelando a recursos moral y políticamente muy criticables por buscar distorsionar la realidad. Pero, hablando de realidad, lo cierto es que la dirigencia de JxC se estampilló con la realidad que vive una provincia que siempre buscó demostrar que una mirada superadora de la grieta es posible.En donde la sociedad pueda desarrollarse en paz, en concordia. En donde la capacidad de resiliencia y la perseverancia emergen como características vitales de un proyecto político y un modelo de provincia que jamás dejó de ocuparse de la gente y atender sus problemas para poder así representar y defender de la mejor manera sus intereses.

El contundente mensaje de las urnas en Misiones causó un profundo silencio y encierro por parte de la dirigencia cambiemita de la provincia, que no felicitó al ganador ni reconoció el resultado como lo que realmente fue: un verdadero ejemple de ciudadanía y democracia.

Los casi 300 mil votos de diferencia, que se reflejaron en casi 45 puntos de diferencia entre el modelo de gestión 365 impulsado por la Renovación Neo y la propuesta de Juntos por el Cambio que sólo se reducía a producciones fotográficas y audiovisuales, acompañadas de una campaña de marketing poco efectiva y mucho menos convincente demuestra cuál ha sido la preferencia del pueblo misionero.

Lo cierto es que el resultado del pasado 7 de mayo da cuenta de que la sociedad misionera ponderó un proyecto que garantiza y da la certeza de seguir por el camino del crecimiento y desarrollo integral, con innovación e inclusión, en donde todos los misioneros están incluidos, antes que lanzarse a una aventura desconocida, sustentada en un discurso que no convencía ni a sus propios impulsores. La palabra “cambio” puede ser muy seductora, pero cuando esa propuesta de cambio no es capaz de generar confianza, todo queda reducido a oportunismo electoralista. Frente a las insistentes acciones que intentaron instalar una realidad negativa que no existe en la provincia, acompañadas de fotos engañosas y todo tipo de artilugios discursivos con un altísimo nivel de “malas vibras”, los misioneros dieron la espalda a la grieta y a los discursos envasados que llegan desde el país central.

Subestimar la voluntad del pueblo

Este 2023 se cumplirán 40 años ininterrumpidos de democracia en nuestro país. A esta altura, se encuentra totalmente consolidada la idea de que la voluntad del pueblo es la base de nuestro sistema. Esa voluntad encuentra en el voto, el elemento más sagrado de nuestra democracia, su forma más clara para expresar la voz del pueblo.

La semana pasada llamó la atención la publicación de una nota de opinión de un dirigente de Juntos por el Cambio de la ciudad de Oberá en un portal web. En la misma, el firmante -que fue uno de los grandes perdedores del 7 de mayo- expresa sin temor a equivocarse que “el gobierno elegido, es la fiel representación de una sociedad corrupta, prebendaria, acomodaticia y con falta de educación”. El dirigente cambiemita concluye la polémica misiva, que falta el respeto y subestima al pueblo misionero, manifestando que “lo peor que le podía pasar a Misiones, pasó el 07/05/23”.

Las palabras de uno de los grandes derrotados de Oberá sigue la lógica de lo expresado por Mauricio Macri en referencia a las elecciones de Jujuy, Misiones y La Rioja. El ex presidente sostuvo que “las elecciones no son representativas”, “la gente no sabe votar” y que “hay provincias que están manejadas hace muchos años por sistemas feudales”.

Pareciera ser una práctica ya consolidada en Juntos por el Cambio apelar a la deslegitimación y a la subestimación del pueblo cuando este les da la espalda.


(*) Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral.

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